martes, 21 de abril de 2009

INCOMODIDAD VISUAL

De noche, la excesiva iluminación comercial, en carteles y propagandas, que cualquier ciudad importante ostenta, contribuye muchas veces a una dispersión de la atención y según el caso, a un posible aumento de la excitabilidad del individuo, al verse sometido a tan profuso acoso visual.

Si a esto le sumamos los bocinazos, baldosas flojas, gentío para arriba y para abajo, empujones y calles estrechas bien puede imaginarse (o recordar el lector) el estado de ansiedad que puede experimentarse en tales circunstancias, es enorme: pero no nos preocupemos, dado que ya regresamos al hogar, al reconfortante ambiente que tanto extrañamos.

Dejamos atrás las veredas tapizadas de papeles, latas, residuos domiciliarios, cajas de cartón, excrementos de animales y otras yerbas, para ingresar en nuestra bendita casa. Pretendemos olvidarnos, claro está, de la fatiga diaria, y casi automáticamente, encendemos la televisión. Y aquí reside otro punto en disputa: la injerencia de los programas de TV en nuestra vida, y de qué manera pueden modificarnos, para bien o para mal.

Si planteamos entonces que cierta programación con ejemplos y actitudes reñidas con la moral y buenas costumbres puede, de hecho, inducir ejemplos negativos, o lo que es peor, presentar falsos valores a la juventud y a los adultos, podríamos establecer, entonces, que existe un tipo de contaminación visual que afecta no sólo al individuo, sino a toda su familia y si consideramos el enorme alcance de las transmisiones de televisión, donde muchas de ellas ingresan en millones de hogares, es fácil suponer las implicancias sociales.


Este tipo de contaminación visual televisiva, originada por programas de nulo valor educativo e intelectual, apoyados muchas veces en métodos sensacionalistas puede producir, a la larga y por habituación, una marcada distorsión en el pensamiento del individuo, el cual tiende a asumir como normales (porque los ve en televisión) ciertas actitudes o modelos de vida que, lejos de edificar en él una personalidad moralmente sólida, la desvían y confunden.

En este punto, cabe destacar que, sea por suciedad en las calles, letreros abigarrados y estridentes o la influencia de ciertos programas televisivos, la actitud del ciudadano debe ser igual.

Pasa por tomar conciencia del problema, para luego reclamarse a sí mismo una conducta mejor, y exigir a las autoridades pertinentes que tomen debida carta en el asunto. Sí nos quejamos y sin embargo, tiramos residuos a mansalva; si nos resultan indiferentes ciertas actitudes; si pensamos que la ciudad o pueblo no es nuestro sino de un ente abstracto, entonces nada cambiará pero como todo en este mundo, puede revertirse si existe una voluntad social activa, que se emparente con un cambio cierto de conductas, de cada uno de nosotros. Para no tener siempre que quejamos, y empezar a disfrutar, de una vez por todas, un mundo mejor.

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